Eres tú, la mujer que a mis días
diste luz forjando mi ilusión,
pues colmada de encanto traías
nuevos bríos de amor y pasión.
Fue tu tibio sentir vital llama
que danzó con su fuego letal,
me encendiste el alma con tu flama
… fulgor de luna, hechizo fatal.
Qué precioso tenerte en mis brazos
... adueñarme de tu corazón
y seguir manteniendo estos lazos.
Dulcemente llegaste en mi ocaso
… alegría de mi sinrazón,
ser tu esclavo es mi humilde agasajo.
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Jorge Horacio Richino
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