Me llegaba la espuma del mar
salpicando mi rostro con su fragancia.
Parado sobre el enorme peñasco
trataba de encontrar
un porqué, una explicación.
Sabía que estaba lejos
de hallar una respuesta
pero mi corazón, en su indomable latir,
buscaba una razón para lograr su calma.
El mar es implacable
y cuando brama de furia
no tiene lógica alguna
ni límites que lo detengan.
En mi sentir, esas gotas
me acariciaban dulcemente,
como la mano de un padre
o el abrazo de un hermano.
Con furia era castigada la roca...
aunque para mi, esa fina lluvia
que empapaba toda mi figura,
era como brisa inmaculada del cielo.
El brutal golpe, convertía las olas
en finas partículas
que llegaban hasta mi
... para consolar mi pena.
Así me mantuve por horas,
meditando
... tratando de hallar sentido
a aquella incomprensible tragedia,
que llevaron a cabo, fuertes vientos
y mareas descontroladas,
y mareas descontroladas,
en un día triste y gris
de un frío otoño que se perdió en la angustia.
Después de ese largo momento
y un poco más sereno
aunque sin respuesta alguna,
me alejé de la costa
con la firme convicción
que las olas que sacudieron
mi rostro gélido,
llevaban consigo las almas
de aquellos valientes y amados marinos
... que otra vez
regresaban a tierra,
convertidos en chispas de sal.
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Jorge Horacio Richino
Copyright
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Poema simultáneamente publicado en:
y otras páginas y ediciones del autor.
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