domingo, 27 de julio de 2008

Hoy que no están a mi lado.

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Queridos viejos...
Hoy que no están aquí conmigo,
quiero contarles
lo mucho que los extraño.

Quiero decirles que la vida
me ha sido un tanto ingrata,
aunque eso es algo que bien conocen
pues también han tenido que padecer
sufrimientos en vuestro duro camino.

Yo quiero expresarme a ustedes
porque no tengo en este mundo
otros seres con sana autoridad sobre mí,
y que puedan brindarme la misma entrega de amor
que todo padre profesa a sus hijos.

Los castillos que alguna vez construí,
se derrumbaron al paso de una ola gigante;
que vino para despedazar mi vida y mis sentimientos.

La parte afectiva
es la que no pudo mantenerse firme,
y el tiempo y los desencantos
como el olvido y las traiciones,
pudieron arrebatarle el único hálito
de entusiasmo a mi corazón alguna vez rebosante.

Pero afortunadamente
me han quedado muchas otras cosas muy buenas,
como mis hijos y mis nietos,
que son lo máximo para mí.

En un momento dado el destino
quiso asestarme dos golpes muy duros,
y en ambas situaciones estuve coqueteando con la muerte.

Un virus implacable se apoderó de mi sistema nervioso
y me fue convirtiendo, día a día, más insensible e inútil,
tanto que no podía valerme por mi mismo.

Pero pude salir de esa situación.
Tanto la ciencia como la divina providencia
colaboraron para que ello sucediera.

Pasados casi diez años
un ave rapaz se posó en mi pecho
tratando de arrancarme el corazón,
más quiso también la providencia
junto con la medicina,
que sacaran a ventilar a la desgastada entraña
y le hicieran algunas composturas a sus debilitados vasos.

Hoy estoy nuevamente bien,
pero debo cuidarme, y así lo hago.
Entonces queridos padres
les mando esta carta "poema"
para que sepan que los extraño mucho,
que nunca me he sentido mimado
como cuando estaban junto a mí,
y que espero sepan que sus ausencias duelen.

Lamentablemente los tiempos son así,
y fue imposible una convivencia eterna
entre nosotros, en este mundo limitadamente temporal.
Hoy si estuvieran a mi lado
quisiera preguntarles tantas cosas.
Cosas que el tiempo y mi poca experiencia
no me permitieron hacerlo cuando estaban aquí.

Les mando un fuerte beso
y espero que sus almas
me sigan acompañando
como era en otro tiempo...
Por ejemplo, cuando me solían tomar de la mano
para conducirme, muy junto a ustedes,
cuidando que no me fuera a tropezar
en el difícil, pero bello, sendero de la vida.

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Autor: Jorge Horacio Richino - Buenos Aires, 2
de julio de 2008 - Todos los derechos reservados
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Publicado en todos los sitios web del autor y en
otras publicaciones literarias.
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